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Fredy Massad al otro lado del micrófono

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Fredy Massad aparece y desaparece en el mundo arquitectónico catalán. O al menos eso parece. Aparece y agita al público espectador y desaparece para analizar y enlazar sus pensamientos; investiga sobre el estado de la arquitectura contemporánea y se abalanza a tirar ideas para salir de esta crisis. «La sociedad en su conjunto se espectaculariza, se banaliza» afirma Massad, muy en sintonía con el último libro de Mario Vargas Llosa, La civilización del espectáculo. De todas maneras, cualquier posición –sea la de Massad o la del nobel Vargas Llosa– es totalmente discutible. Acostumbrado a ser el entrevistador, Fredy es hoy el entrevistado por El Bloc; vale la pena entrar un rato en su cabeza y seguir preguntándose por lo que nos depara el futuro: saldremos de esta crisis, aturdidos pero fuertes.

fredy massad

Finalicé la carrera de arquitectura en Buenos Aires en 1993 y, posteriormente, impartí clases en la facultad, colaboré con algunos despachos haciendo proyectos y escribiendo para la revista summa+. Independiente del buen momento económico de Argentina, no vislumbraba a nivel personal un futuro idóneo para mí, así que decido lanzarme a la aventura. En 1996 recalé en Barcelona, coincidiendo con el congreso de la UIA. Me gustó el ambiente que se respiraba en ese momento. Estaba en ese momento, post-olimpiadas, muy interesante, pasaban muchas cosas.

A mediados de ese año mismo año conocí a Alicia Guerrero Yeste, licenciada en Historia del Arte, y establecimos nuestro despacho o “sociedad”, btbwarch, unas siglas aleatorias, que no significan nada en concreto. Desde el principio, compartimos el interés de indagar en cuestiones de la arquitectura. Comenzamos haciendo trabajos de observación y análisis que, gradualmente, han ido tomando una perspectiva más crítica.

Entre los dos, tratamos de formar una entidad independiente que se dedique a pensar desde una actitud abierta, sin dogmatismos, no creemos en que exista la verdad completa, acerca de qué está sucediendo en la arquitectura de nuestro tiempo y qué condiciones influyen en ella. Nos interesa estudiar todo lo que sucede en arquitectura; principalmente preocupados por el presente pero nunca desvinculado del pasado ni, evidentemente, de ciertas cuestiones hacia el futuro. Nuestra investigación es personal e independiente, sin una vocación academicista elaborar textos de difusión pero planteados de manera exterior a los medios. Principalmente nuestro trabajo se centra en escribir para publicar: en ABC, en el suplemento cultural; en La Vanguardia en Cultura|s; y en otras revistas de arquitectura. Recientemente, hemos comenzado también a elaborar material específicamente para nuestro blog –donde se encuentran también nuestros textos publicados en prensa-, planteando opinión y desde una sección dedicada al análisis de libros de arquitectura.

No hacemos proyectos de arquitectura. Soy de la idea de que no se pueden desempeñar bien las dos cosas simultáneamente, aunque hay mucha gente que lo hace y lo hace bien. Creo que es difícil tomar distancia para observar que sucede y poder sentir su pulso si se está en medio del meollo. O, por lo menos, se plantea una perspectiva diferente a la que personalmente me interesa tomar.

Éste es un momento de mucho trabajo. Ya no sólo en un sentido literal y pragmático por las dificultades que impone el estado de crisis sobre cualquier trabajador. Lo es sobre todo porque es un periodo que requiere muchísimo análisis y revisión crítica por todos los frentes posibles. Creemos que en este momento es indispensable investigar con el objetivo de dar un poco de luz a una situación compleja como la que se está dando hoy. Sin duda, es preciso en arquitectura hacer una crítica muy potente, muy consciente y muy política sobre la crisis actual, y también hacer unas propuestas muy fuertes, empezar a marcar vías de salida a esto.

Es el tema del que hablas en conferencias, revistas y en la web: estás muy crítico con la posición de los arquitectos en este momento, que nos hemos puesto como víctimas, pero no veo soluciones, no se ha vislumbrado qué nos depara este tiempo.

Hace unas semanas lo planteaba en los Foros ESARQ-UIC: en la arquitectura existía una crisis ideológica de fondo previa y no solo en España sino a nivel global. Es una cuestión absolutamente evidente que la sociedad cada vez es menos sólida en ciertas cuestiones y la arquitectura parece estar acompañando ese camino. El estallido de la crisis económica ha puesto de manera clara sobre la mesa unas preguntas: ¿hacia dónde quiere dirigirse la arquitectura? ¿Pretende transformarse en una herramienta de servicio al ser humano o en un modelo de espectacularización que refleje la deriva de la sociedad producto del neoliberalismo?

En España se ha resumido la cuestión en la expresión “se acabó la fiesta”. Sin embargo, el hecho es que esa problemática se ha desplazado a China, a los Emiratos Árabes, se irá a Latinoamérica… lugares emergentes, que están creciendo y que están adoptando ese modelo cuyas consecuencias son las que actualmente estamos constatando. Con este modelo, la arquitectura se aleja absolutamente del ser humano para concordar con los intereses políticos y del mercado, con la consecuencia de estar devastando los principios y la posibilidad de un desarrollo coherente para el momento actual de la ideología que planteó el Movimiento Moderno: la arquitectura debe tener como fundamento al ser humano, debe servir para generar una mejora de la vida del ser humano y la sociedad.

Durante este periodo neoliberal, cuyo origen habría que reconocer hacia finales de los años ochenta con la caída del muro de Berlín y todas las circunstancias que provoca la desaparición de la URSS, la arquitectura ha ido consolidando y haciendo aceptable y loable un modelo que deja de lado al ser humano y que, nosotros planteamos, fue evidenciando su propia crisis y agotamiento; una crisis que, sin embargo, no quiso verse por estar inmersos en un momento de vacas gordas. Y, al reventar esa burbuja, de repente, comienza a reivindicarse un modelo completamente opuesto sobre el que habría sido preciso comenzar a reflexionar mucho antes pero se hace desde una postura que no contempla una autocrítica ni una valoración que pondere si realmente nada de lo hecho durante esos años sirve y que tampoco es capaz de detectar muchas posturas (o imposturas) que están fingiendo defender que todo cambie para que, en realidad, nada cambie.

Hoy, cuando se produce la crisis en Europa, se empieza a hablar de austeridad, de pobreza, y se sataniza toda la arquitectura pre-crisis, se produce esta flagelación contra ese exceso, se dice que todo lo hecho estuvo mal, una postura que facilita que se tape todo lo hecho y que muchos responsables ahora clamen que nunca estuvieron allí, formando parte de ello. Sería quizás más coherente asumir con responsabilidad lo hecho y aprovechar este momento para fabricar herramientas nuevas para construir la arquitectura del futuro, tecnológica, progresista, que vuelva a rencontrarse con el ser humano, a servir al ser humano, y que tenga características contemporáneas.

Ese despilfarro de los noventa, de la primera década de este siglo, ha derrotado al arquitecto: muchos buenos arquitectos que entraron en este grupo de las estrellas han terminado haciendo grandes bodrios e instalándose en esa esfera hegemónica con su credibilidad hecha trizas, arquitectos que decidieron meterse en esa vorágine de una malentendida globalización, mal digerida, al pensar que en un mundo globalizado se debe estar en todos lados y tener proyectos en todos lados; un buen arquitecto a nivel local debía triunfar a todo el mundo, con proyectos que hacían casi conocimiento del lugar. Sin embargo, a la sombra de esto, creció una arquitectura buena, de buena calidad que quedó un poco relegada y que debemos valorar.

¿No puede ser que sea más grave dentro de esta crisis –no solo estos arquitectos estrella que se gastaron el dinero y que hicieron estos edificios que ahora están abandonados– esos arquitectos poco éticos, por decirlo de alguna manera, que construyeron sin límites espaciales ni mentales? Con esta superpoblación o sobrepoblación de arquitectos, era normal que muchos fueran más allá e hicieran lo que les pedían, sin quitar que eran y son los últimos de una larga cadena (que empieza en las instituciones públicas).

Yo creo que hay diferentes niveles; todo el sistema fue perverso. No podemos echarle exclusivamente la culpa a, digamos por ejemplo, Nouvel o a Herzog. Sin embargo estos arquitectos estrella sí deben ser responsabilizados de haber sentado un precedente que hizo que todos los estudiantes y muchos arquitectos quisieran emularles: ser el gran arquitecto, alterando una comprensión de qué es y para qué debe servir la arquitectura.

Veo detrás otro problema: las escuelas. ¿Son muy relajadas y es muy fácil aprobar que por eso al final del año son tantos los arquitectos graduados? Además forman arquitectos que quieren construir y demasiados pocos que quieran hacer algo diferente.

Esa es la crisis de la arquitectura, previa a la actual europea: ¿cuál es la meta de ser arquitecto? Existen modelos que buscan que toda la arquitectura debe tender al gran icono, a la gran obra. Pero insisto, es una problemática cuyo sustrato es mucho más complejo. No se debe limitar a satanizar el icono. Debe plantearse una reflexión acerca de cómo debe relacionarse la arquitectura con la ciudad y la sociedad.

Y tampoco sobra un icono en una ciudad.

Creo que uno de los principales problemas de la arquitectura, y que viene de antes de la etapa de los arquitectos estrellas y antes de la crisis, es la pérdida de destino, de objetivos y de ética. Este tema es el que debe ser revisado muy profundamente.

Creo que hay una pérdida de valores éticos, que no tiene nada que ver con una cuestión moralista, para decidir hacia dónde llevamos la arquitectura. Creo que todos deberíamos hacer una tarea de autoanálisis para saber porqué llegamos aquí y cómo, y ahí podemos empezar a plantear formas de salida. Vamos a hacer un trabajo colectivo, vamos a pensarlo.

¿Cómo lo hacemos realidad?

Yo creo que primeramente es precisa la autocrítica y ver realmente qué hicimos bien y en qué nos equivocamos. Hay que empezar la autocrítica desde el reconocimiento honesto de que todos estábamos ahí en ese momento y que ahora es muy fácil criticar sobre lo pasado – y me incluyo en esto- pero, y aunque hoy por hoy ciertamente sea una tarea difícil construir una idea de presente real es preciso tratar de hacerlo, para que esa reflexión nos ayude a encontrar salidas y direcciones.

Debemos imbricar la arquitectura dentro de un discurso de reconstrucción del sentido de lo democrático, y hacerlo teniendo presente cómo construir un paisaje más adecuado a las necesidades individuales y sociales, al tiempo de la tecnología. Esta recesión constante que plantea el Merkozy nos va a asfixiar. Hay muchas salidas: Tenemos infraestructuras suficientes, al menos en Europa, y debemos empezar a reacondicionarlas y readecuarlas. Tomar referentes de otros lugares, como el ‘arquitecto de la comunidad’ y readaptarlo a nuestras condiciones específicas.

Debemos romper con el modelo del arquitecto decimonónico que aún existe en Europa; la crítica a los arquitectos estrella tiene que ir más en el sentido de que el modelo del arquitecto todopoderoso, que maneja un despacho de 1400 personas, está acabado. Esas 1400 personas se pueden organizar porque pueden hacer un trabajo colaborativo y proponer un nuevo tipo de acción arquitectónica.

El trabajo colaborativo me interesa. Creo que el arquitecto como creador genial, del siglo XIX, es un modelo arcaico y tenderá a desaparecer aunque vivimos en un mundo aún marcado por el peso de la necesidad de ídolos referentes. El problema actual sea que en la arquitectura surjan ese relevo de los stararchitects de nuevo cuño más parecidos a Justin Bieber o Lady Gaga, como Bjarke Ingels: alguien que esencialmente genera una cierta atracción hacia el personaje que encarna más allá de lo que se haya analizado acerca de su arquitectura.

Igual ese tipo de personajes son necesarios, los necesitamos. Siempre los hemos tenido en arquitectura. Le Corbusier o Sagnier o Frank Lloyd Wright.

Le Corbusier era un arquitecto muy bueno y también con un importante ego que contaba con lo que hoy definiríamos como un márquetin excelente, de acuerdo, pero es indudable que la transcendencia y solidez de su concepto iba más allá del personaje. La sociedad cambia, los tiempos cambian, y hemos tomado una deriva televisiva, a lo Sálvame o Gran Hermano. No obstante, por qué no intentar probar modernizar la sociedad hasta prescindir de ese personalismo. Hacer que todo se apoye en algo más que el continente.

Nosotros también tuvimos esos héroes.

Por eso, sin querer destruir a los héroes ni matar a los reyes magos, pero creo –y digo esto sin ningún tipo de intención de nostalgia absurda– que estamos viviendo en una sociedad demasiado adolescente y tenemos que exigir un cierto contenido a esos héroes.

O tal vez por eso mismo sirve, como una especie de comprobación del camino a no seguir.

Sí, puede ser. Nunca el arquitecto había levantado tanta expectación, hasta morbosa. Esto tiene que ver con que la arquitectura se convirtió en una especie de cotilleo constante. Nuestra tarea es recuperar, no de una manera demasiado estricta, una cierta profundidad, creo que ese es el tema. Ahora mismo, ante la necesidad de abordar las problemáticas tan acuciantes, se debaten temas de peso y se dice que va  hacerse una crítica pero se convoca a los personajes incorrectos o innecesarios. Ante esto, preguntémonos: ¿qué se pretende?, ¿se están planteando con honestidad nuevos paradigmas, nuevas ideologías o se está tratando de impostar un simulacro de una nueva ética, una nueva vanguardia?

¿Qué pasa con Aravena y su propuesta de Elemental?

A mi entender, su propuesta no mejora las condiciones de miseria de quienes ocupan esas viviendas de Elemental. Lo entiendo como uno de esos ejemplos de propuesta que, aparentemente, hacen que parezcan que las actitudes e ideas cambias pero que, en realidad, no cambian. Estoy también en desacuerdo con el hecho de envolver de un halo de márquetin (impecable, ciertamente) y concebir la arquitectura social como un elemento que puede desarrollarse con ánimo de lucro. Ése es fundamentalmente mi desacuerdo con su propuesta. Sin embargo, mi cuestionamiento no va hacia lo producido por Aravena en Chile sino al modelo que se intenta generar a través de esto, que es un falso concepto de austeridad sobre el que tengo muchas dudas, por el trasfondo ideológico que creo que contiene, más encaminado a ahondar en las desigualdades. Disponemos en España de modelos positivos, pero es preciso un nuevo impulso ideológico, crítico y autocrítico.


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